lunes, 15 de noviembre de 2010

LOS MONJES IRLANDESES

Irlanda continuaba siendo un mundo celta fuera de las fronteras del Imperio Romano y del ámbito de las invasiones germanas. Sin duda. san Patricio (c. 390-461) fue el más famoso de los misioneros cristianos en Irlanda del siglo V. Hijo de un cristiano romano-bretón,
Patricio fue raptado cuando era un adolescente por unos bandidos irlandeses que lo retuvieron como esclavo en Irlanda. Después de escaparse a Galia, se hizo monje y decidió regresar a Irlanda para convertir a los irlandeses al cristianismo. La tradición irlandesa confiere a Patricio el título de “fundador del cristianismo irlandés”, como testimonio de su obvio éxito.
Dado que Irlanda no había sido parte del mundo romano y estaba por completo aislada del continente europeo, la cristiandad irlandesa tendió a desarrollarse, después de su conversión, de acuerdo con unos lineamientos un tanto diferentes de los de la cristiandad romana. Si bien la estructura eclesiástica católica había seguido los modelos de gobierno romanos, la ausencia de tales formas en Irlanda hizo posible un patrón diferente para la organización de la iglesia. Los monasterios constituyeron las unidades fundamentales de la organización eclesiástica en lugar de los arzobispados— y las abadías, cabezas de los monasterios, ejercían un mayor control sobre la iglesia irlandesa que los obispos.
Alrededor del siglo VI, el monasticismo irlandés era una institución floreciente con sus propias y asombrosas características. Era poderosamente ascético. Los monjes se sometían a severos ayunos, oraban y meditaban con frecuencia bajo extremas privaciones, y confesaban sus pecados a los superiores en forma regular. De hecho, el monasticismo irlandés dio origen al uso de penitenciales, o sea, manuales que brindaban una guía para examinar la propia vida, con  objeto de escrutar los pecados u ofensas cometidos en contra de la voluntad divina  Un gran amor por aprender también caracterizo al monasticismo irlandés. Los irlandeses aprendían con ansia lo relacionado con la cultura griega y la latina y promovieron la educación como parte principal de la vida monástica.
Su énfasis en el ascetismo empujó a muchos monjes irlandeses a exiliarse de manera voluntaria. Sin embargo, este “exilio por el amor a Dios” no se expresó mediante el aislamiento, sino por la actividad misionera. Los monjes irlandeses se convirtieron en fervientes misioneros. San Columbo (521-597) dejó Irlanda en el año 565 en calidad de “peregrino de Cristo” y fundó una comunidad monástica muy influyente fuera de la costa de Escocia en la isla de lona. Desde allí, los misioneros irlandeses se trasladaron al norte de Inglaterra para comenzar el proceso de conversión de los anglos y los sajones. Mientras tanto, otros monjes irlandeses viajaron al continente europeo. Los nuevos monasterios fundados por los irlandeses se convirtieron en centros de aprendizaje dondequiera que estuvieran localizados.

El libro de Kells. El énfasis que el monasticismo irlandés daba a la educación alentó la producción de manuscritos elaboradamente ilustrados. Aquí se muestra la figura de Cristo del Libro de Kells, un texto que se cree fue hecho por los monjes de lona.
El monasticismo irlandes se hizo famoso por sus prácticas ascéticas. Se ponía mucho énfasis en escrupulosos exámenes de conciencia, para dilucidar si se había cometido un pecado contra Dios. Con objeto de facilitar este examen, se desarrollaron los penitenciales (manuales de confesión) que describían los posibles pecados y sus apropiadas penitencias. Éstas a menudo consistían en ayunar un determinado número de días cada semana, a pan y agua. Aunque, a la larga, estas penitencias se aplicaron en todo el mundo cristiano, fueron particularmente significativas para el cristianismo irlandés. Este fragmento, tomado del Penitencial de Cummean, un abad irlandés, se escribió alrededor del año 650 y muestra una característica distintiva de los penitenciales: su obsesiva preocupación por los pecados sexuales.
Penitencial de Cummean
Al obispo que corneta fornicación deberá degradársele y hará penitencia durante doce años.  Un presbítero, o diácono, que corneta fornicación natural, habiendo ya emitido los votos de monje, hará penitencia por siete años. Pedirá perdón cada hora; llevará a cabo un ayuno especial durante todas las semanas, excepto en los días intermedios entre la Pascua y Pentecostés.
Aquel que deshonre a su madre, hará penitencia durante tres años, y llevará a cabo un peregrinaje perpetuo.
Así, aquellos que cometan sodomía, harán penitencia cada siete años.
Aquel que sólo desee en su mente cometer fornicación, pero sea incapaz de realizarla, hará penitencia durante un año, sobre todo, en tres periodos de cuarenta días.
Aquel que voluntariamente polucione durante el sueño, se levantará y cantará nueve salmos en orden, de rodillas. Al siguiente día, se mantendrá de pan y agua.
El clérigo que fornique en alguna ocasión, hará penitencia durante un año, a pan y agua; si engendra un hijo, hará penitencia por siete años en el exilio; lo mismo hará quien haya sido virgen.
Quien ame a cualquier mujer, pero sin realizar maldad alguna, más allá de unas cuantas conversaciones, hará penitencia durante cuarenta días.
El casado deberá ser continente durante tres periodos de cuarenta días, los sábados y los domingos —día y noche—, así como los dos días a la semana señalados [ miércoles y viernes], y después de la concepción, y durante todo el periodo menstrual.
Después de un parto, el hombre deberá abstenerse, si es un hijo, durante treinta y tres días; si es una hija, durante sesenta y seis días.
A los muchachos que estén hablando solos y transgredan las regulaciones de los mayores [del monasterio], se les corregirá mediante tres ayunos especiales.
A los niños que imiten el acto de fornicación, veinte días; silo hacen con frecuencia, entonces, cuarenta días.
Pero los muchachos de veinte años que practiquen la masturbación juntos y lo confiesen [harán penitencia por] veinte o cuarenta días, antes de recibir la comunión.
Fuente Consultada: Civilizaciones de Occidente Volumen A

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